Una lectura posible de festival Play Fest celebrado a finales de julio en Úbeda podría rezar que la cita, en líneas generales e incluyendo todos sus actos, fue toda una defensa de la melodía, de la música frente al sonido, del himno más tradicional.
Pero no una defensa dirigida como un buen ataque, sino una defensa respetuosa. En el centro del debate estuvo, como es natural, la mención a Hans Zimmer, su influencia y su legado.
El compositor que más puso el tema sobre la mesa fue Manuel Ruiz de Corral, recordando con cierta nostalgia que "antes salías del cine cantando..." (lo que un ácido asistente a la ponencia completó con "...de Batman sales con dolor de cabeza").
El músico madrileño, siempre desde la admiración del trabajo de diseño sonoro de películas como El Caballero Oscuro: La Leyenda Renace, enfrentó la "sonorización musical vs. la música" en una clara y concisa conferencia que repasó por un lado las tendencias y por otro lado las exigencias para los compositores que se buscan la vida, tanto en cine como en videojuegos. Hoy día parece que el productor pedirá que todo suene a tráiler frenético y ruidoso, no a película de los 90. Desde la exposición de Ruiz del Corral, las ganas de escuchar piezas que llenaran el corazón y borraran la estridencia se notaban en el ambiente.
Pero decíamos que esto no tenía por qué suponer un ataque a un Zimmer que, por supuesto, se adhirió a varios estilos antes que nadie. Cuestionados sobre este asunto, sobre esta obligación de perder la melodía, compositores que han trabajado con Zimmer (como Ryan Shore o Borislav Slavov) reconocían esta moda actual pero siempre respetando la trayectoria de uno de los músicos de cine más importantes de la historia y agradeciendo lo aprendido con él (y valorando sus útiles librerías, apuntaba alguno).
Pues bien, yo, y creo que todos los asistentes al concierto de cierre posterior a los talleres y charlas, salimos cantando. O tarareando. O flotandillo, como pasaba antes cuando salías de una peli de aventuras.
Los héroes de los dibujos animados y de los videojuegos rescataron esas músicas que animan, emocionan y se quedan en la cabeza (sin doler), invitándote a hacer cosas grandes, a triunfar.
Para tratarse del estreno de los videojuegos en una tradición ubetense sobre bandas sonoras de cine, la segunda parte del concierto, la dedicada a Crysis, Silent Hill, Journey y compañía, parece que convenció un poquito más al público asistente; estupenda señal para que el evento siga reuniendo en España a talentos del sector de los juegos en el futuro. No hay otro festival parecido en todo el país.
A lo mejor fue la variedad o la reducida duración (la sección de animación, con el emotivo homenaje a Shirley Walker de los Dynamic Music Partners, pudo resultar hasta algo larga y repetitiva), pero el caso es que el público premió la diversidad de piezas de la parte de videojuegos y perdonó sin problemas el despiste que estropeó la interpretación de la obra de Austin Wintory.
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