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Binary Domain

Binary Domain - impresiones

Desde el principio estuve disparando balas infinitas contra una barrera constante de tropas enemigas. Robots monótonos marchaban dentro y fuera de la cobertura, atacándome sin descanso.

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Me preparaba para probar el nuevo third person shooter de SEGA, Binary Domain, y la atmósfera no podía ser más apropiada. Para empezar, estaba oscuro, y quizás algo sucio. Pero a la vez, era algo desenfadado, todo el mundo muy majo y la gente de mi alrededor no dejaba de bromear. El momento ofreció una yuxtaposición que encajaba perfectamente.

Lo primero que me impactó realmente de Binary Domain no eran las armas (había de varios tipos), los robots (de los que había un montón), las explosiones o los gráficos. Lo primero que me llamó la atención fue la personalidad de Binary Domain. Es un juego agradable. De hecho, es divertido, muy gracioso. En varios momentos del tiempo de prueba con el código de preview me vi partiéndome de risa. No es algo que pase muchas veces con los videojuegos, así que alguien se tendrá que apuntar un tanto en SEGA. Dicho esto, los juegos de Yakuza (por los que se conoce principalmente a Toshihiro Nagoshi) son famosos por su sentido del humor, más bien negro. El cachondeito entre los personajes consigue aportar algo más a la experiencia.

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Debajo, el humor era algo como efervescente, algo que no podía tocar directamente: este juego tiene un lado serio, tiene una consciencia. Plantea algunas preguntas muy serias al jugador sobre moralidad o justicia. Aunque SEGA ha sido lo suficientemente lista como para no contarte cómo debes sentirte, te presentan una serie de situaciones en las que te empujan a tomar una posición moral, para bien o para mal.

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Gráficamente es un juego sólido. Desde el principio estuve disparando balas infinitas contra una barrera constante de tropas enemigas. Robots monótonos marchaban dentro y fuera de la cobertura, atacándome sin descanso. El comienzo del juego me llevó a infiltrarme en la ciudad de Tokio del año 2080, y esa corriente continua de enemigos protegiendo las puertas no era más que una señal de lo que seguiría.

La animación de las balas está bien, aunque algo exagerada. Sin embargo, todo se perdona cuando las balas impactan de verdad. El daño procedural está bien animado y es satisfactorio, con el proceso causa-efecto muy evidente. Disparas en una pierna y saltan los metales y los circuitos, despidiendo rayos eléctricos. Disparas en la cabeza de uno de los muchos robots contra los que luchas y no pasa mucho hasta que empiezan a andar como patos mareados, disparando a sus colegas robots.

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Las diferencias entre lo orgánico y lo sintético se hacen aparentes inmediatamente. Si disparas a un humano, cae. En Binary Domain, si disparas a un robot, seguirá yendo hacia ti. Si le impactas un poco más, por ejemplo en las piernas, se arrastrará por el suelo intentando agarrarte, y seguirá acercándose hasta que esté tan lleno de plomo que tenga que explotar. Estas máquinas son duras de mollera.

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Así que estaba yo y mi colega Big Bo, intentando infiltrarnos en la capital nipona. Acordamos reunirnos con el resto de nuestro "Rust Crew" dentro de los muros de la ciudad y entonces secuestrar a un tipo sospechoso de inundar América de "Hollow Children" (gente sintética que no saben que son robots, programados para creerse que son humanos). Para entender la razón por la que hay robots que piensan que son humanos deberemos adentrarnos algo más en la historia de fondo del juego.

En la ambientación futurista de Binary Domain, el mundo ha cambiado dramáticamente respecto a como lo conocemos ahora. Los océanos han crecido y la mayoría de las urbes más grandes están cubiertas por el agua, dejando el planeta con una población mucho más reducida. Los robots se fabrican para sustituir a la gente (y que hagan su trabajo). Eventualmente, la tecnología se desarrolla lo suficiente para hacer robots que realmente se creen humanos, pero esta tecnología está terminantemente prohibida. Aun así, parece que alguien no ha estado escuchando estas reglas y ha estado fabricando estos "Hollow Children" en secreto durante años.

De ti depende lo que quieras simpatizar con estos inocentes "Hollow Children". Pero da igual de qué lado de la valla decidas estar: seguirás presenciando algunas cosas, cosas terribles, que están completamente fuera de tu control.

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Big Bo y yo nos abríamos paso por la parte inferior de Tokio. Ya habíamos pasado varios checkpoints, destruyendo un pequeño ejército de chatarra por el camino. Todo iba bien, y entonces nos encontramos con nuestra primera prueba de verdad, un robot que parecía completamente indestructible con las herramientas que llevamos encima. No quedaba nada que hacer, salvo escapar. Nos pusimos a correr.

Por supuesto, lo único que conseguimos fue dar con aún más robots que querían volarnos la cabeza. Así es la vida.

Durante las siguientes horas, Bib Bo y yo escalamos edificios derruidos y bajamos por otras calles, conociendo nuevos tipos de enemigos de metal. En una sección preparada por el juego, llegué a saltar desde el piso más alto de un edificio hasta la espalda de uno de los enemigos más grandes, aprovechando para llenar su cabeza metálica de balas. Mentiría si dijera que no fue realmente satisfactorio.

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Durante mi tiempo con el juego, de hecho, pude probar suerte en varias batallas contra jefes de zona. Aunque eran épicos en escala, todos se podían pasar fácilmente si dabas con sus respectivos sistemas y comenzabas a explotarlos. El juego era bueno consiguiéndome las herramientas que necesitaba para vencer, y aunque algunas batallas llevaron mucho tiempo, nunca sentí que fueran demasiado complicadas.

Había buena variedad dentro de los niveles, con distintos retos presentándose según avanzaba. A veces salía dando tiros desde la cobertura con mi escopeta, otras esperaba protegido, deshaciéndome de los francotiradores. También encontré algunos QTE diseñados con cierto ingenio, que encajaban con el juego a cada momento. Finalmente, la cantidad de personalización disponible parecía considerable.

Hay mucho de homenaje aquí, eso está claro. Es un juego que cubre el mismo estilo que otras obras fundamentales de la ciencia ficción, pero que no se pasa como para oler a copia. Binary Domain explorará ideas similares a películas como Terminator o Blade Runner, pero nunca parece demasiado obvio.

Mis impresiones iniciales con el juego fueron positivas. No importaba lo que estuviera haciendo, ya fuera correr a través de túneles en un jet-ski, disparar contra arañas metálicas gigantes, volar las cabezas de robots francotiradores o riéndome de mis compañeros de equipo: siempre me lo pasaba en grande. Cuando puedes decir eso a dos meses del lanzamiento, es una señal más que buena.

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