Black Adam

El país ficticio de Kahndaq ha estado siempre sometido a la opresión. Cuando sus antepasados no estaban aterrorizados por un rey tirano, sus descendientes vivían bajo el control de un sindicato del crimen. ¿Cuál es la solución? Un luchador es invocado por los mismos magos que trajeron a Shazam, pero no tiene nada que ver con el chico encantador de Zachary Levi. El salvador de Kahndaq es un dios vengativo, enfadado e imparable que es encarcelado por la banda de Shazam... hasta que el mundo lo vuelve a necesitar 5000 años después. ¿Que cuál es su nombre? Black Adam.

Sí, no es tan fácil de digerir como el nombre de Black Adam, ya que ese es un título que el monótono antihéroe de Dwayne Johnson solo se gana hacia el final de la película, y el camino para llegar a ello es contundente. Muy contundente. Warner Bros. se inclina por un abanderado más atípico que opta por la violencia como solución a los problemas del mundo, por lo que a quien le gusten los héroes que no temen hacer trizas a sus oponentes para conseguir las cosas, encontrará algunas escenas divertidas, con Black Adam arrancando miembros sin pudor y electrocutando a sus enemigos hasta convertirlos en esqueletos. Sin embargo, algunos momentos divertidos de antihéroe no salvan a Black Adam de ser un desastre con CGI que se toma demasiado en serio para que el humor desenfadado funcione.

La película es tan escandalosa y llena de acción como vacía, con secuencias de acción interminables y pesados diálogos expositivos que rellenan una historia de origen muy endeble que nunca tiene claro lo que quiere ser. Comienza como un relato mítico, luego pasa a ser una aventura al estilo Tomb Raider, para convertirse finalmente en una aventura de cómic muy confusa, sin dirección ni sustancia. En todo caso, Black Adam es un doloroso recordatorio de lo poco imaginativa y tediosa que se ha vuelto esta moda de los superhéroes en los últimos años.

Puede que Black Adam sea también la película con peor fotografía que he visto este año, bombardeando al espectador con efectos de ordenador desmesurados y un diseño de producción insípido, genérico y poco inspirado. Pero, sobre todo, Black Adam es demasiado sosa. Todo es tan aburrido que durante varias escenas de acción desconecté, y mi mente se desvió hacia actividades cotidianas que eran mucho más estimulantes que ver a la inmortal montaña de músculos que es Dwayne Johnson destruir a sus rivales por enésima vez.

Lo único que me pareció que funcionó bien en la película fue la aparición de la Sociedad de la Justicia, un grupo de superhéroes extraños que, a diferencia de Black Adam, quieren resolver los problemas de una manera mucho más pacífica. No es que la película necesitara más personajes en una trama ya abarrotada, pero me gustó que estos individuos se convirtieran momentáneamente en los antagonistas de la película cuando los habitantes de Kahndaq rechazan al super equipo y aceptan la brutal actitud de Black Adam. Me pareció una novedad interesante que los héroes se convirtieran en los intrusos evidentes a los ojos de Kahndaq, y esperaba que los guionistas aprovecharan esa idea. Desgraciadamente, no duró mucho, ya que los directores introducen de mala manera un archivillano más potente cerca del final, algo que ahora parece un requisito obligatorio en las películas de superhéroes.

Black Adam es, como era de esperar, una más en la larga lista de parodias de los cómics salidos de la fábrica de películas para competir con el universo cinematográfico del rival de los cómics, y aunque la escena post-créditos puede dar a los fans más acérrimos del Universo Extendido de DC algo a lo que agarrarse, la superéroe-manía parece más agotada que nunca. Al igual que el actor que le da vida, Black Adam quiere sacar músculo cada vez que puede, pero los directores se han olvidado de dar al espectador algo de humanidad a la que aferrarse en medio del desastroso tornado de CGI.