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Primeras impresiones: Tchia es una aventura isleña única y encantadora

Una magnífica forma de introducirnos en la cultura de Nueva Caledonia.

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Hace poco tuve la suerte de probar Tchia, la aventura en mundo abierto de Awaceb. Ambientado en una isla que toma la inspiración de Nueva Caledonia, se trata de un sandbox en el que encarnas a la protagonista en busca de su padre, secuestrado y retenido por el nuevo líder villano del pequeño archipiélago al que llamas hogar.

Lo que más me impactó nada más entrar en el mundo de Tchia fue su espléndido estilo visual. El aspecto encantador y caricaturesco de la gente y los animales resulta familiar y único a la vez. Luego está el entorno, que brilla con tanta vida que, en lugar de cumplir el objetivo principal nada más comenzar la partida, decidí dar un largo paseo para ver qué encontraba. Dos de las cosas que más me llamaron la atención fueron los diseños de los árboles y el detallado y precioso océano que rodea el mapa de Tchia.

La atención al detalle y la belleza del entorno se deben claramente al amor que Awaceb siente por Nueva Caledonia. Como queda bastante claro en el material promocional del juego y al jugarlo, Tchia es una carta de amor a Nueva Caledonia, desde las culturas que se muestran hasta los atuendos con los que puedes equiparte. Personalmente, nunca había oído hablar de esta pequeña isla del océano Pacífico antes de empezar a jugar, pero ahora que he pasado unas cuantas horas con Tchia, estoy deseando saber más sobre el lugar por el que los desarrolladores sienten tanto cariño.

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La dedicación a representar Nueva Caledonia en Tchia le ha dado mucha originalidad. Cuando empecé a jugar, tenía un poco de miedo de que fuera otra de esas experiencias indie tipo sandbox encantadoras y relajantes, pero en última instancia pasables. Sin embargo, los vínculos con su entorno, a través de la conexión del propio estudio con su hogar, es algo que cala en todo el juego.

Dejando a un lado las bonitas imágenes y el encantador mundo, ¿qué hay de la jugabilidad de Tchia? Bueno, hay unos cuantos pilares clave en la jugabilidad que he encontrado a lo largo de mi experiencia. Está la exploración, que en teoría es similar a la de Breath of the Wild, en la que tienes un medidor de resistencia que se va agotando a medida que realizas actividades estresantes como colgarte de un planeador o escalar. Sin embargo, en Tchia tu medidor de resistencia es también tu medidor de salud. Hay una opción que te permite no quedarte nunca sin energía y, aunque podría ayudarte si quieres una experiencia realmente relajante, yo mantuve esa opción desactivada durante todo el tiempo que pasé con el juego.

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Hay otras dos formas de desplazarte por el mapa en Tchia, una de ellas es tu barco (que en realidad es más bien una balsa) y el Salto de Almas, ambas mecánicas de juego muy importantes. Empezando por la primera, tu balsa es una forma interesante de navegar por los ríos y el mar, ya que tienes que completar algunas tareas menores para que funcione correctamente. Yo me di cuenta de esto por las malas, después de que me entrara el viento en las velas y me estrellara contra la orilla. Pero, una vez que descubrí cómo dirigir, aumentar la velocidad y echar el ancla, me moría de ganas de seguir explorando.

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La mecánica Soul Jumping hace exactamente eso, meterse en el cuerpo de multitud de objetos y criaturas para que te ayuden a moverte por el mundo. Tu alma solo puede permanecer dentro durante un tiempo limitado, aunque puedes aumentar este tiempo recogiendo distintos objetos en el mundo de Tchia. Es increíblemente divertido una vez que le coges el truco, y fue la forma en la que derroté a los pocos enemigos que encontré en Tchia.

Sí, hay combate en Tchia, ya que tienes que librar al mundo de los monstruos de tela que han ayudado al hombre que se ha llevado a tu padre. Estos tipos pegan fuerte, y la única muerte que sufrí en mi partida fue porque me ataron y me dieron una paliza. Así que sí, ten cuidado. La forma de derrotarlos es con fuego, algo que descubrí tras saltar con el alma a un tronco que se incendió y rodó por ahí despachando a todos mis enemigos como si estuviera en una retorcida apisonadora.

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Tchia es una divertida experiencia sandbox que no pretende llevar de la mano al jugador. En lugar de tener marcadores gigantes que te digan dónde estás en el mapa y adónde ir, tendrás que usar tu fiel brújula y escuchar lo que dice la protagonista en la pantalla del mapa si quieres averiguar dónde estás. Además de explorar el mapa de esta forma e involucrarte en el mundo, también está el minijuego del Ukelele, que me encontré dos veces en mi partida y me sorprendió gratamente.

Se ha hecho un gran esfuerzo para que el Ukelele forme parte del carácter de Tchia, y el juego de ritmo que conlleva es difícil, pero también divertido. Sin embargo, la segunda vez que usé el Ukelele me pareció bastante frustrante, no por culpa del instrumento, sino porque para usarlo tenía que subir a una montaña, encontrarme con una chica durante dos minutos y volver a bajar para regresar al punto de partida.

Este problema fue notablemente menor, y espero que este tipo de retrocesos irritantes no abunden en la versión completa de Tchia. Otro problema que tuve fue con los personajes y la historia. Llegar unas horas después del comienzo de la historia tenía que ser chocante, pero no pude encontrar nada en los personajes, ni siquiera en Tchia, que me hiciera querer volver a sus historias y descubrir más sobre ellos.

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Tchia es un magnífico sandbox con un mundo encantador fruto de la dedicación que Awaceb ha puesto en llevar Nueva Caledonia a un videojuego. Sus mecánicas de juego son lo bastante variadas como para hacerme pensar que apenas he arañado la superficie de lo que puedo hacer en el juego. Sin embargo, de momento se ve empañado por la falta de personajes interesantes y una historia que no acaba de engancharme. Esperemos que, en su versión completa, Tchia pueda aportar esa chispa que lo convierta en un juego casi ineludible.

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