Star Wars: Los últimos Jedi

Entre las enseñanzas de Yoda a su estudiante Luke Skywalker estaba aquel viejo dicho de que de los errores se aprende. Los dos son leyendas, y lo saben. De todos modos, su universo está a punto de acabarse. Pero no el Universo, eso sería un acontecimiento demasiado grande. Y siempre queda alguna esperanza dormida en algún lugar.

Star Wars: Los últimos Jedi cierra por fin una era. El Maestro Luke y su histori por fin van a descansar en paz, como esa gente de treinta, cuarenta, cincuenta o sesentaitantos años que lleva décadas esperando el momento. Tras esta película, debe cerrarse un ciclo para el personaje y también para la forma de contar y de presentar su vida. Debe ser un alivio, al menos para muchos. Sin grandes sorpresas, porque Disney y Lucasfilm se han encargado de contar demasiado a través de los tráilers, y porque la película se sale en rara ocasión del camino marcado por su propio pasado.

Lo que no quita que el equipo en torno a Rian Johnson haya sido capaz de crear algunas escenas que impresionan bastante. Las batallas en el espacio exterior son potentes, con todo el sabor a Star Wars que se puede esperar de ellas. El resultado de una decisión individual a bordo de una nave de combate rebelde va a provocar escalofríos a miles de personas y Poe Dameron haciendo de auténtico rebelde se llena de gloria.

Pero yo lo que quiero es más, tanto como se pueda, de Luke, de Rey y de Kylo Ren. Ella sufre una guerra interior que absorbe todo a su alrededor a una velocidad de vértigo y eso es, sin duda, lo mejor de este Episodio VIII. Especialmente en esos planos largos, silenciosos, en los que el sonido rearma la carga visual para aumentar el impacto. Johnson ha confiado un poco en exceso de la visión de la Isla Skywalker, pero es áspera, como toda la película, y eso es todo un acierto. Si hay otro fragmento de esta obra a la altura es su animada batalla final. Pero el resto, sin embargo, parece un complemento con el que ir rellenando tiempo y aportando respiros a lo que realmente importa. Una sucesión de hechos y escenas planos y simples, incluso las batallas espaciales tienen poco que aportar más allá de su espectacularidad.

Y, en algunas ocasiones, por desgracia trata de ser demasiado gracioso. Hay demasiados chistes que tienen solo un poco de gracia, demasiados robots comportándose de forma rara para sacar una sonrisa. Es cierto que en Star Wars siempre ha habido unas cuantas bromas y estupideces para rebajar la tensión y al menos no llega al nivel de pesadez de Jar Jar Binks, así que hagamos como que nunca pasó y ya está, el humor no destroza la película.

Snoke, el antagonista, no es convence como ese malo malísimo aterrador. Más bien parece un Gollum que ya solo piensa en su jubilación, y no lo decimos porque Andy Serkis sea quien lo interpreta. Es que Snoke admite sus dudas, aunque al menos esa decisión conduce a una situación de los más entretenida. Quizá este sea el atributo que mejor describe Star Wars: Los últimos Jedi, es una película entretenida y divertida, en el buen sentido. Sin mucha complicación, pero con Historia y con historias de sobra para satisfacer, especialmente, a los fans de toda la vida.

Por otra parte está la nueva generación de aficionados a Star Wars, que no para de crecer. Con héroes nuevos y también algunos viejos, ese cuento de magia, del bien contra el mal, de leyendas de poder, sigue siendo de lo más atractivo. Y queda todo dicho para que, en un año, se cierre para siempre esta historia con la tercera parte de la tercera trilogía. Las nuevas estrellas aún no han alcanzado el estatus de los personajes de siempre y la vieja guardia todavía no ha dicho su última palabra. Nos espera el gran final.