Análisis de World of Warcraft: Cataclysm

Este análisis de World of Warcraft: Cataclysm está basado en la beta, con la que Mikael ha pasado jugando incontables horas. Incluiremos nuevas impresiones cuando la expansión haya tenido tiempo de madurar en los servidores.

World of Warcraft fue fantástico cuando llegó al mercado, deshaciéndose de viejas costumbres del género MMO y creando algo realmente nuevo. Desde entonces, Blizzard ha refinado ese diseño y construido sobre él, y estos días lo sigo disfrutando tanto como un juego de rol puntero de los de un solo jugador. Los quests ya no son una simple rutina que tienes que sufrir para llegar a jugar con los tipos guays de máximo nivel. La historia es interesante, los personajes están bien definidos y hay mucha variedad durante todo el juego.

El problema era que los primeros sesenta niveles eran más o menos iguales al diseño original de 2002-2003. Ahora, Blizzard ha lanzado al dragón gigante Alamuerte sobre su mundo anterior, destruyendo todo lo que encuentra para darle a Azeroth el refrescante reinicio que pedía a gritos. Con las montañas agrietadas, las zonas inundadas y los volcanes en erupción llega una nueva oportunidad para comenzar de nuevo, para reestructurar las misiones y poner el nuevo mundo al día con las novedades de The Burning Crusade y Wrath of the Lich King.

Pero no todo es destrucción. Mientras estábamos fuera en Terrallende y Rasganorte, pasaba de todo en Azeroth. Pequeños puestos como La Colina del Centinela, Molino Tarren o la Capilla de la Esperanza de la Luz han crecido convirtiéndose en asentamientos menores; nuevas fortalezas se han construido en Los Baldíos y Las Tierras Devastadas; han emergido otras ciudades y, gracias a los dioses, el puente de Villa del Lago ya está terminado. Además, Ventormenta y Orgrimmar han recibido grandes actualizaciones. Hay mucho terreno nuevo por explorar y las cadenas de quests y la trama fluyen mucho mejor en esta ocasión. Las mazmorras también han sufrido cambios, con una ambientación mucho más acorde con el lugar y unos requerimientos de nivel renovados para hacerlas más relevantes al juego en general.

Con todo el material anterior que ha sido renovado, es fácil olvidar dos de las grandes novedades de la expansión: las nuevas razas y las nuevas zonas. La gente de Gilneas retorna desde más allá de la Muralla de Cringris como los hombres lobo Huargen para unirse a la Alianza, mientras los Goblins huyen de su capital en ruinas para unirse a la Horda. Ambos son superiores a las razas antiguas en términos visuales y respecto a las zonas de inicio, pero parece que los Goblins han llegado un poco más lejos con su habilidad para convocar a un banquero y reducir los precios de las compras. Y en lugar de incluir nuevas clases surgen nuevas combinaciones de clase y raza como los No-muertos Cazadores, Paladín Tauren o Enano Chamán.

Si no quieres comenzar desde el principio, la primera zona nueva para jugadores de nivel 80 es la Cima Hyjal. Lo hemos visto en Las Cavernas del Tiempo, pero en esta ocasión surgen nuevas amenazas. Ragnaros ha vuelto y deberemos abrirnos camino montaña abajo. Es una zona divertida, pero Vashj'ir (la otra zona de inicio de la expansión) es una de las más imponentes que he podido ver en World of Warcraft, con sus aventuras subacuáticas. Después de eso, nos dirijimos a La Vorágine en el medio del océano, y la aventura comienza de verdad. A continuación conseguimos llegar a Uldum, que lleva llamando nuestra atención durante los últimos cinco años, y de ahí a las Tierras Altas Crepusculares. No obstante, Alamuerta deberá esperar a un parche por llegar.

Por lo tanto hay mucho que jugar nada más empezar, y mucho más por llegar. Pero lo más importante es que todo lo que incluye es muy divertido. Diría que más de la mitad de las quests del juego, las que abarcan de la 1 a la 60, son completamente nuevas o reconstruidas, mientras que la mayoría de las antiguas se han arreglado para que encajen mejor. Muchas de las misiones nuevas son realmente variadas y proponen una historia atractiva, divertidas escenas intermedias, nuevos vehículos y minijuegos de otros tipos. También existen cantidad de quests que pueden surgir cuando acabas con un enemigo o accedes a una zona desconocida, y en ocasiones puedes completar misiones a distancia y no tienes que recorrer todo el camino de vuelta hasta llegar a quien te las encargó.

Algo que podría considerarse negativo es el excesivo ‘phasing'. Si un amigo está a medio camino en una zona que ha cambiado mucho para él, puede complicarse que os encontréis hasta que hayáis llegado al mismo punto exacto. Tuvimos el mismo tipo de problemas en Corona de Hielo, pero es consecuencia de una narrativa más ajustada. Para mí, que suelo jugar solo, no es tan problemático, pero hay que tenerlo en cuenta.

Respecto a los cambios en la mecánica de juego, siempre es complicado juzgar. El equilibrio entre clases va cambiando casi cada vez, y gran parte del material nuevo ya se ha lanzado en el juego. En general debería decirse que las luchas en grupo han variado mucho respecto a Wrath of the Lich King y ahora deberás forjar un plan y hablar antes de lanzarte a la batalla, como ocurría en los viejos tiempos. En otras palabras, vuelve el ‘crowd control'. Ya no puedes lanzar a tu tanque, coger todo y cargarte a los monstruos lo antes posible. También hay más atención al movimiento y en advertir lo que está pasando.

Como Cataclysm ocurre en gran parte en el mundo antiguo, las actualizaciones visuales se han esparcido algo más en esta ocasión. Lo que pinta bien, pinta mejor que en Wrath of the Lich King. Las nuevas razas, mobs, armaduras y armas se ven genial. Las nuevas zonas, especialmente Vashj'ir y Uldum, son impresionantes. Casi parece un juego completamente nuevo comparado con las viejas zonas como Elwynn o Las Tierras de la Peste del Este. No sólo reconstruir el mundo entero, sino también actualizarlo todo con texturas renovadas, debe haber sido demasiado incluso para Blizzard, pero aún así el contraste es algo molesto.

Se nota especialmente hablando de las razas antiguas. Estoy seguro de que mucha gente se mosquearía si de repente tuviera que cambiar la cara del personaje que viene usando durante seis años, y me da en la nariz que Blizzard también es consciente. Debe ocurrir, tarde o temprano. Es casi vergonzoso ver a tu Elfa de la Noche, tiesa como un clavo, con una cara simplona y un montón de polígonos sobre su cabeza, vestida con todos esos ropajes tan detallados. Principalmente cuando te pones al lado de un vívido y bien animado Huargen que rezuma personalidad. O si te comparas con cualquiera de los líderes de razas nuevas y actualizadas como Thrall, Varian o Malfurion. Draenei y los Elfos de Sangre aún están a la altura, pero siguen dando una sensación de demasiada simpleza comparados con los nuevos.

La renovada música es genial, y también las nuevas funciones que permiten a tu grupo subir de nivel por sí mismo, desbloqueando varias ventajas para sus miembros. Puedes obtener reputación con tu propia hermandad, lo que significa que ya no es tan fácil saltar de hermandad en hermandad.

Cuando se filtraron los primeros rumores sobre Cataclysm escribí lo que creía que era lo mejor que podía pasarle al juego. Y, de largo, es exactamente lo que ha pasado. No subestimes la sensación de nostalgia que puede surgir cuando andas por tus lugares predilectos con ropas nuevas. Cataclysm es el remake de un título que he jugado durante mucho tiempo y casi todos los cambios son a mejor. De alguna forma, parece casi una segunda parte. Ya me ha brindado algunos de mis mejores recuerdos World of Warcraft y sólo he rascado la cáscara...