Aunque World's End Club ha estado disponible para dispositivos iOS desde el año pasado, a Too Kyo Games ("juegos demasiado locos") le ha llevado un tiempo estrenar su nuevo título en Nintendo Switch. La aventura consiste en un road trip disfrazado de novela visual y mezclado con elementos de plataformas en 2D. En general, la historia es bastante sencilla, pero, de vez en cuando, las influencias del creativo estudio japonés, que nos cautivó con trabajos admirables como Danganronpa o la serie de Zero Escape, resplandecen a pesar del bajo presupuesto de World's End Club.
Los protagonistas del juego son un grupo de estudiantes inadaptados pertenecientes al llamado 'Club de la Buena Estrella', que se ven envueltos en un accidente al principio de la aventura. Se encuentran en un parque de atracciones abandonado que está por debajo del nivel del mar, en el que son forzados a participar en un agotador 'Juego de supervivencia'. Este primer acto resulta engañoso, porque World's End Club no va sobre vivir o morir, sino sobre un viaje donde un grupo de jóvenes tienen que superar retos en un entorno extraño.
La aventura consigue sorprendernos a cada paso, ya sea por cómo está construido el mundo, los flashbacks o los momentos en los que se revelan aspectos importantes de la trama. World's End Club se divide en dos historias paralelas que convergen en algunos puntos del juego y la trama está diseñada para verse desde ambas perspectivas, por lo que el avance es relativamente lineal. La pericia narrativa de los autores es bastante evidente, pero, por desgracia, eso no es lo único que se ha contagiado de su anterior trabajo en Spike Chunsoft.
Kodaka y Uchikoshi tienen experiencia narrativa de sobra con las novelas visuales como para que no sepas lo que va a pasar a continuación. Sin embargo, entre los retazos de historia cuidadosamente desperdigados, nos encontramos a menudo con unas toscas misiones de plataformas en 2D con puzles simplones y con jefes que aportan poco al título. Como hemos dicho, en World's End Club nos metemos en la piel de un grupo de jóvenes que, uno tras otro, van desarrollando superpoderes especiales: uno puede lanzar objetos pesados, otro escupe fuego y otro puede revertir la gravedad de forma que se pueda caminar por el suelo o por el techo. Estas habilidades individuales tienen un uso muy limitado y, por ese motivo, la dinámica de juego está pensada para afrontar uno o dos obstáculos cada vez.
Aparentemente, estas misiones están pensadas como variaciones respecto a los pedazos de historia principal, pero, al ser tan frustrantes, restan mucho ritmo a la aventura. Hay que reiniciar muchas veces las partes de plataformas puesto que cualquier obstáculo nos mata al instante. La falta de indicaciones convierte lo que serían retos muy fáciles en injustas trampas mortales, aunque, por suerte, el sistema de autoguardado es muy generoso, así que las muertes (y algún cuelgue esporádico, cosa que le ocurre también a la versión de Nintendo Switch) no harán que tengamos que repetir demasiado camino.
Para acabar, hay que decir que World's End Club no es ni muy divertido ni especialmente creativo en cuanto a diseño. Los puzles y las plataformas son muy básicos y lo mejor de de ellos es que no se hacen muy largos. La historia tiene momentos buenos porque consigue desarrollar una emocionante dinámica de grupo que une a la pandilla de chicos. Por supuesto, hay algunas sorpresas que, a nivel meta, establecen conexiones con otros títulos del estudio japonés, pero esta vez Too Kyo Games no ha logrado su objetivo. La mayor parte del tiempo, la historia de World's End Club se cuenta de forma apresurada, con explicaciones pobres o precipitadas y una actitud que a menudo acaba por ser ridícula. El hecho de que este viaje caiga pronto en el olvido es lo más decepcionante, dado que el punto fuerte del estudio suele ser crear reminiscencias duraderas.